domingo, 26 de mayo de 2013

Inspirado en el poema, “Acaso la hiedra” de B. Vallejos.

Mientras se extendía, aún somnolienta, humedecía  sus hojas perennes de color verde oscuro con las primeras gotas de rocío y se adornaba con flores de color amarillo verdoso.
Entretanto esperaba a la sombra, que amorosamente la retenía, sostenía al muro.
El paredón,  erosionado, parecía indiferente a esta relación, se veía imposibilitado de expresar su pasión por aquella hiedra, quizá por su firmeza y frialdad.
Lo asaltaban los celos, cuando brotaban  los primeros rayos del día y la sombra impetuosa avanzaba sobre la hiedra, desvergonzada, haciéndola suya, ruin amante que atrevidamente le quitaba, lo que por derecho  parecía suyo.
-¡Canalla!- Pensaba el muro.
Transcurrían los días. 
Cuando las nubes cubrían el sol, la pena se adueñaba de la hiedra, la espera se hacía interminable.
Cansado de querer corresponder un amor que sabía nunca le pertenecería, con el agobio de los años entremezclados con su corpórea resistencia, se dejó extinguir, terminando así con la asfixiante agonía.
Cayó el muro y con él la hiedra, que sostenía su contar.


Macarena Traversa

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